El mito del mercado auto regulado es atribuido a Adam Smith en 17761. Inglaterra era cuna de una revolución tecnológica que aumentó dramáticamente su productividad, redujo los costos del transporte y creó enormes excedentes financieros y de mercancías. La Inglaterra, que previamente había defendido la protección de su mercado nacional ante las otras potencias europeas, abrazó el “libre mercado” y la “auto regulación”. Desde su posición de poder comprar más que otros países en el mercado internacional, de vender lo que otros carecían y de tener la billetera más grande para prestar, impuso su mito. Ejerció su posición dominante haciendo presión sobre las colonias europeas en el mundo y sus competidores directos para que abrieran sus fronteras, abandonaran el proteccionismo y siguieran sus políticas económicas civilizatorias: el mercado libre y autorregulado.
La consecuencia de la primera y segunda guerra mundial fue el declive de Inglaterra y el asenso de la otrora súper proteccionista Estados Unidos de América como potencia mundial, la cual abrazó el libre mercado, combatió el proteccionismo de los otros países, los subordinó por la vía comercial, crediticia y militar, además de cultivar en sus universidades elites el mito del mercado libre y autorregulado.
Y hoy?
El mito de las Élites burguesas anglosajonas se transfiere ahora como herencia hacia los nuevos faros, esta vez asiáticos, donde está el centro de la nueva revolución tecnológica, la mayor producción de patentes, la mayoría de las empresas multimillonarias, las más altas y sostenidas tasas de crecimiento económico mundial. Hoy China defiende, contra el proteccionismo anglosajón, el libre mercado internacional y usa sus excedentes financieros para apropiarse de los recursos naturales por doquier, conectar los continentes a su nueva “ruta de la seda” y comprar grandes empresas y bancos por todo el mundo, en particular en el tambaleante centro del capitalismo mundial: en los EU y Europa.
Pero el Mito, que renace una y otra vez, como antorcha que se pasa hacia el corredor más rápido de la carrera, no es ya el mismo; aparece más sincero: Liberalismo hacia afuera, fuerte intervención desde adentro. China es la caricatura confesa de lo que siempre sostuvo el mito del libre mercado: nunca fue libre, siempre lo sostuvo el Estado, vivió del poder imperial, de los acuerdos comerciales ventajosos, se basó en la primacía de la moneda nacional en las transacciones mundiales, se expandió, defendió e impuso con las armas.
La imprescindible intervención del Estado
La pandemia nos hace más sinceros, exacerba todas las características básicas de una “normalidad” que desnuda sus cimientos. El Estado sale abierto y masivamente al rescate del mercado y se comprueba que este ni se auto-regula, ni se auto-controla, ni produce espontáneamente lo que la sociedad necesita. No existe el tal ‘orden por el mercado’. Es cierto al menos desde la década del setenta, que el Estado trabaja para el sector financiero, el cual intermedia todas las actividades del sector real: del primario, productivo, transportista, comercial y administrativo.
Ningún sector se escapa de “trabajar para los bancos”2. Además de privatizar casi todas las empresas rentables, el principio de la intermediación financiera se expande incluso sobre la seguridad social. El sistema de salud y las pensiones son la crema de la financiarización, al lado de la construcción, las infraestructuras, los seguros, el control de los alimentos y los mercados minero energéticos. Ni la cultura, ni la política social, incluso aquella para aliviar la pobreza, se escapan de la intermediación parasitara, costosa e innecesaria, de lo que se ha convenido en calificar el “capitalismo financiarizado”3. La naturaleza, el trabajo, el conocimiento, la subjetividad, el arte y hasta el tiempo son colonizados por la intermediación financiera, la cual obtiene rentas de cada proceso de creación, producción y consumo.
La siempre emergente auto defensa de la sociedad
Uno de los principales dilemas de la pandemia es si, por una parte, el incremento del poder rentista, parasitario e inútil de la intermediación financiera someterá aun más, si se pudiera, al Estado, al sector real de la economía y a las familias, o si por otra parte, la presión social y política logrará recuperar el control de la moneda, el crédito y los ahorros para apoyar la generación de empleo, la satisfacción de las necesidades más sentidas de la población, así como la defensa de la riqueza y bienes públicos. ‘Tanto va el agua a cántaro hasta que lo rompe’. Millones sufren y sufrirán aun más las consecuencias de la pandemia, decenas de miles, más que antes, se enojarán al ver el rey desnudo. El Estado trabaja para la intermediación financiera porque es el Estado de la acumulación rentista y especulativa. ¿Será la sociedad capaz de arrebatarle el poder al sector financiero y poner el dinero a favor de una sociedad más justa y equitativa, que pare la orgía de destrucción de la naturaleza y acometa una rápida transición del patrón energético?
DARIO I. RESTREPO
Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia
indamail@gmail.com
MARIO E. HERNANDEZ
Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia
mariohernandez62@gmail.com
1 Smith, Adam, (1776), La riqueza de las naciones. Alianza editorial, 1994, Madrid
2 Villabona, Jairo Orlando, Un país trabajando para los bancos, (2015), Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá
3 Lapavitsas, Costas, (2012), El capitalismo financiarizado, expansión y crisis, Editorial MAIA, Madrid
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